2 de enero de 2008

división del trabajo y escapismo moral

Hace unos días leí en el periódico que pese a la demanda los ayuntamientos no están ofreciendo suficientes oportunidades para que los reos puedan cumplir las condenas de "trabajos de interés comunitario", por lo cual las autoridades penitenciarias los estaban poniendo a limpiar los jardines de la cárcel de Picassent.

Se comentaba en el artículo el contrasentido que representa tal hecho. El sentido del trabajo de interés comunitario es el de resarcir a la sociedad -en forma de trabajo- del agravio que se le ha infligido a la comunidad al cometer un delito, puesto que ello redunda en un aumento de la inseguridad social (no sólo los atracos y asaltos representan inseguridad, también los delitos de guante blanco, pues o bien son un robo a recursos públicos, o bien acaban repercutiendo en el público en forma de mayor precio de los bienes de la empresa objeto del robo). Y la limpieza de los jardines de una cárcel ciertamente no redunda en beneficio de la sociedad. Lo único que sirve es para mantener ocupados a los reos y despreocupadas a las autoridades penitenciarias y judiciales.

Y así, hilvanando un pensamiento con otro, llegué a la conclusión de que la división del trabajo a nivel de sociedad ha hecho que dejemos en manos de unos pocos, la administración de justicia y los responsables de gobierno, una tarea que es de todos: la de que el agraviado reciba su desagravio, que no es lo mismo que el que la víctima vea condenada al delincuente y renuncie a ejercer la venganza por cuenta propia.

La existencia de ladrones de guante blanco, sobornadores, sobornados, desfalcadores, evasores fiscales, etc. es una amenaza a la seguridad de la ciudadanía. La seguridad de que todos colaboremos a que la vida en sociedad sea lo más soportable y llevadera para todos, en la medida de nuestros recursos. Al menos, así es en un sistema democrático. En las plutocracias, tiranías varias, oligarquías, etc. las cosas son de otra manera. En las plutocracias gobiernan los ricos y dictan las leyes para seguir siendo ricos, y enriquecerse. En las tiranías, el gobierno gobierna para sí mismo, y para sus amigos y familiares. En las oligarquías, tres cuartos de lo mismo. Pero no en las democracias.

En las democracias, llámense estados de bienestar o no, creemos que todos los ciudadanos tenemos unos derechos mínimos, que incluyen el de techo y comida. Derechos incluso por encima del derecho al empleo .... pues dado que el estado no suele ser empresario, tampoco puede garantizar. Pero con su gestión de los sistemas de previsión social puede paliar lo que el sistema empresarial no puede hacer en nuestros sistemas capitalistas. Aceptamos que sean los empresarios quienes ofrezcan empleos y gestionen el mercado laboral. Pero si los gobiernos abdican de su responsabilidad de gestionar eficazmente los sistemas de previsión social: para los ancianos, para los enfermos, para los niños, para los discapacitados, etc. ... al final conseguirán que la gente vuelva la espalda al estado y rija la ley de la jungla. Y en la jungla, aunque a la larga se extingan los dinosaurios, primero se cargan a los más débiles. Y como nadie puede controlar el azar, nadie está a salvo de que la enfermedad, alguna catástrofe natural o no, lo reduzca a la máxima vulnerabilidad. Cosa que deberían recordar muchos poderosos y muchos políticos en este país, y en todos los demás. Aunque no sean creyentes, no son dioses.

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