13 de mayo de 2012

siniestralidad laboral


 Buceando por internet, me he tropezado con el informe del Ministerio Fiscal de 2011, y me quedé leyendo la parte correspondiente a la siniestralidad laboral. Me he quedado en las dos primeras páginas (de 63), y he querido transcribir unos párrafos que constituyen un verdadero rapapolvo a los medios de (des)información.

Como es sabido y a diferencia de otras especialidades, los procedimientos seguidos por resultados lesivos causados en accidentes laborales, lamentablemente se alargan excesivamente en el tiempo, y en concreto, entre el trámite de calificación y la celebración del juicio oral suele mediar un tiempo considerable (y con frecuencia innecesariamente excesivo), lo que permite que las observaciones que podamos hacer desde la oficina del Fiscal de Sala, puedan ser tenidas en cuenta en el momento de la celebración del juicio oral, cuando así se estima necesario o conveniente por el fiscal que interviene en el mismo.

Por otro lado, y como venimos reiteradamente recordando, hay que superar definitivamente y cuanto antes esa actitud fatalista y hasta resignada, de que el accidente laboral es una suerte de precio que hay que pagar por el progreso y el aumento de la producción y de la riqueza. Especialmente, esa actitud es si cabe más nociva en los tiempos de crisis en que vivimos en los que parece que todo lo que sea abaratamiento de costes está socialmente admitido, pero en modo alguno puede siquiera plantearse cuando de la seguridad y salud del trabajador se trata, que exige que quede radicalmente excluido todo criterio economicista, de costes y ventajas competitivas, por éticamente rechazable.

Asimismo y también en esta misma línea, la disminución de los accidentes laborales, incluidos los más graves, es posible que haya producido lo que podíamos llamar un efecto colateral perverso al desaparecer en gran medida la información periodística de la siniestralidad laboral en los medios de comunicación. Las noticias se contraen a hechos puntuales, siempre referidas a accidentes mortales y, ni siquiera a la totalidad de ellos, y sí sólo a los, digamos, más espectaculares, por lo que posiblemente se esté trasladando a la opinión pública la idea –que en rigor no se corresponde con la realidad y en todo caso no es nada conveniente– de que la siniestralidad laboral está dejando de ser un problema grave para la colectividad, y de esa forma se atenúa la necesaria concienciación social sobre el problema que tan decisiva es para profundizar en la cultura de la prevención. Especialmente este tratamiento atenuado contrasta con la atención mediática que recibe la siniestralidad vial, con la que no podemos por menos y obviamente que estar de acuerdo, pero también sería necesario una más intensa resonancia en los medios de comunicación de los accidentes laborales, entre otras causas porque el accidente de circulación, normalmente y excepción hecha de los que se producen en el sector servicios, traen causa de conductas en gran medida voluntarias, en tanto que el accidente laboral se produce en una relación de necesidad en la que la víctima tiene que desarrollar su trabajo –que es su medio de vida– en un marco laboral y material que le viene impuesto por el empleador y en el que surge o puede surgir la situación de riesgo para su vida y salud, repercusión o reflejo mediático que contribuiría, sin duda, a conseguir que se mantenga la actualidad de la gravedad de un problema que a un número excesivamente elevado de ciudadanos les afecta directamente y a todos nos debe importar. Y claro, si mediáticamente el problema parece que no existe, se corre el riesgo de considerarlo realmente inexistente, cuando las víctimas –que siguen siendo númerosas y con resultados lesivos gravísimos– resultan como invisibles para la opinión pública, que pierde conciencia, si alguna vez empezaba a tenerla, de la auténtica gravedad del problema.

Por todo ello, al igual que semanalmente se difunde a través de los medios de comunicación los resultados lesivos de la siniestralidad vial, sería también necesario una suficiente visualización de la siniestralidad laboral con cierta periodicidad, que pudiera ser semanal o, al menos, mensual y, en el peor de los casos, trimestral, coincidiendo con la publicación por el Ministerio de Trabajo de las estadísticas interanuales trimestrales de accidentes de trabajo con bajas registradas.

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