6 de septiembre de 2009

una burbuja llamada TIERRA

Este es un artículo comentado en Crisis Energética, y que copio, por si acaba desapareciendo. El enlace al artículo original está aquí.

una burbuja llamada TIERRA

Alan Greenspan, el anterior Presidente de la Fed, junto con otros muchos economistas y financieros, sostiene que las burbujas -bursátiles, financieras o inmobiliarias- no pueden detectarse hasta que explotan. ¿Y qué pasa con las otras?

Hace mil años la población mundial apenas llegaba a los 200 millones de habitantes. Al comienzo de la revolución industrial, hacia 1750, no era más que de 800 millones. Hoy ya somos cerca de 6.800 millones los habitantes de la Tierra. Una perfecta curva exponencial.



Paralelamente podemos ver cómo hasta finales del siglo XVIII la riqueza mundial por habitante, medida por diferentes fuentes en dólares americanos constantes de 1990, se mantuvo estable dentro de un determinado rango para, a partir de esas fechas, aumentar también de una forma exponencial.



Finalmente, se puede ver otro gráfico que aunque abarca únicamente desde 1850, muestra como la producción mundial de energía se incrementó asimismo dramáticamente (escala de la derecha). (*)



Haciendo un estudio más profundo se podría comprobar que si bien a lo largo de la historia la riqueza unitaria se ha mantenido bastante estable hasta finales del siglo XVIII, a partir de ese momento, coincidiendo con el comienzo de la Revolución Industrial y del consumo masivo de energía, todos los indicadores que se les ocurran: población, riqueza, energía, minerales, agua, contaminación, urbanización, desaparición de especies animales y vegetales,… se disparan hasta la actualidad. ¿Pura casualidad? ¿O hay acaso una relación directa entre energía casi gratis, aumento exponencial de la riqueza y explosión de la población mundial? ¿Son los adelantos científicos y tecnológicos la causa o simplemente la consecuencia de disponer de energía barata?

No es aventurado afirmar que el aumento de la riqueza mundial y de la calidad de vida, al menos la velocidad con que se ha alcanzado, apenas doscientos años, no hubieran sido posibles sin la disponibilidad de toda esa abundante energía –carbón, petróleo y gas- que graciosamente hemos sacado de las entrañas de la Tierra prácticamente sin esfuerzo. Y que solo algunos se han beneficiado de ello. Muy a menudo nos olvidamos del mundo injusto que habitamos, donde una buena parte de la población mundial sufre a diario las consecuencias de nuestros adelantos y de nuestra arrogante estupidez.

Si vivimos en un sistema prácticamente cerrado acompañados de una estufita llamada Sol, aislados en nuestro planeta azul -con permiso de viajes interplanetarios y aventuras estelares- la primera pregunta que nos deberíamos plantear es la siguiente: ¿es posible el crecimiento económico permanente, el consumo indefinido de unos recursos finitos? Si no lo es, ¿cuándo despertaremos realmente del sueño en que vivimos? ¿Conocemos los límites? ¿Cuáles serán sus consecuencias? ¿Cuál la chispa que provocará el cambio de tendencia, puede que un inexorable declive?


Los límites del crecimiento

En vista de lo anterior se podrían plasmar dos hipótesis que me encantaría que pudiesen ser refutadas:

1º Nuestro planeta se encuentra en plena burbuja energética y medioambiental. Es causada por el uso de unos recursos naturales que si bien han necesitado millones de años para formarse, nosotros no hemos hecho nada más que agacharnos y cogerlos. Este incremento continuo de consumo energético y explotación de recursos, curva exponencial cual típica burbuja, no parece sostenible en el tiempo y acabará explotando, de una forma u otra, por muchas fuentes alternativas de energía que aparezcan. Y como con cualquier burbuja, nos daremos por enterados cuando ya haya estallado en nuestras narices. Cuando pase, y a diferencia de lo que ocurre con las crisis financieras, como aquí hay en juego algo más que simples papelitos por muchas repercusiones que estos tengan, el futuro podría volverse tenebroso si no tomamos medidas previas.

2º Nuestro mundo, tal como lo hemos diseñado, es inestable. No solo por las cada vez mayores desigualdades existentes, sino por la falta de un modelo de crecimiento económico sostenible: cada día que pasa somos más y ocupamos más, el agotamiento de los recursos está más cerca, aumentamos la contaminación, desaparece alguna especie o ecosistema, crecen las tensiones entre tribus (llámense bloques económicos o religiosos, naciones, nacioncitas, clanes, lobbies, sectas, partidos políticos envilecidos y sociedades igualmente enfermas o grupos con mezquinos intereses económicos) y por tanto las desigualdades. Y la ética, mientras tanto, aparcada. Como consecuencia de todo ello, la inestabilidad se incrementa un poquito más. Es una espiral perversa que continuamente se está retroalimentando. ¿Hasta cuando?


Crecimiento, burbuja y cambio climático

Estas afirmaciones, por extraño que parezca, no tienen nada que ver con el debatido calentamiento global. El cambio climático, bien sea provocado por las fuerzas de la naturaleza, por la actuación humana o por el esfuerzo conjunto de ambas, lo único que puede hacer es contribuir a adelantar la fecha en que la burbuja humana reventará o a empeorar sus consecuencias. A pesar de lo que diga el ya no tan infalible Greenspan, la mayoría de las burbujas son detectables. La historia y las crueles hemerotecas están llenas de pasajes en los que se muestra cómo aquellos que iban pregonando la mala nueva eran sistemáticamente desautorizados por todos los que disfrutaban de aquel sueño que se tornó maldito. Ahí está el pobre Isaac Newton el cual, después de proclamar a los cuatro vientos que lo de la Compañía de los Mares del Sur no era más que una burbuja, él mismo, a pesar de su genio, acabó claudicando; invirtió cuando parecía que era el único tonto de Inglaterra que todavía no lo había hecho, para finalmente perder sus dineros como el resto de sus conciudadanos. Lo que no es detectable es la fecha del pinchazo de ese globo que cada día se sigue hinchando, tercamente, un poco más, con lo que la tragedia, cuando llega el despertar colectivo, suele ser mayor. Pero los agoreros hace ya tiempo que han sido lapidados para regocijo del vulgo.

Aunque tampoco se puede pronosticar cuando estallará nuestra burbuja planetaria, promete ser la más terca de todas, haberla hayla. La diferencia es que esta vez hay mucha gente consciente de su existencia y tímidos intentos de reconducir las cosas, aunque no será tarea fácil. El futuro todavía está por escribir y la pluma, de momento, en nuestras manos. Pero la inercia mental y la demagogia son fuerzas malignas muy poderosas. Comenzamos la temporada con interrogantes. Con su permiso, intentaremos explorar juntos algunas respuestas.

(*) A partir de fechas actuales la curva efectúa previsiones. A efectos de este artículo nos interesan únicamente los datos históricos.