26 de febrero de 2011

Indignaos

Lo he leído en Internet, y me parece muy francés. Y como en Francia han vendido en poco tiempo cientos de miles de ejemplares (a 3 euros) ahora una editorial española lo ha lanzado (¡a 5 euros!). No creo que vendan muchos, francamente. Uno por el precio, y otro porque, como decía, es muy francés. Si estoy pensando en comprarlo es por el prólogo de Sampedro, la verdad.

Estaba pensando que un panfleto español llamado ¡indignaos! no lleva lejos. El pueblo francés tiene en su memoria histórica dos grances momentos de indignación popular, y ambos terminaron con éxito: La Revolución Francesa, que acabó con el absolutismo y despotismo de una sociedad regida por una elite ignorante, derrochadora e insensible, y la Resistencia, que colaboró activamente en la derrota del nazismo. 

Pero en este país, la indignación no es más que el motor de la bronca y bulla en la taberna, y luego a casa a dormir la mona y a seguir arrastrándose y dejándose humillar y explotar.
Las revueltas de Egipto y Túnez deberían sacudirnos y avergonzarnos, y servirnos de guía y ejemplo. Aunque no sabemos en qué acabarán, si al final los jóvenes y no tan jóvenes que han llenado las plazas durante días dejarán de contar con el apoyo mayoritario de la población, deseosa de volver a la tranquilidad y la apariencia de seguridad, que es lo único que les ofrecen los regímenes dictatoriales. Aquí tuvimos que esperar a que muriera Franco, y cuando murió, dejamos que los grandes poderes discutieran tras puertas cerradas para "vendernos" una constitución poniéndonos ante la alternativa del todo o nada: o democracia con la constitución negociada entre ellos y aprobada por ellos, o el "caos" con el eco de los sables militares al fondo. Y tras décadas de domesticación lo que más temía la gente era el "caos", pues la "tranquilidad" del que calla y otorga era lo único casi que el régimen garantizaba. Y si no fuera porque aún se temía a los comunistas, seguramente el contenido social, escaso y ambiguo, aún sería menor.

Lo llaman democracia, pero cada vez se ve más claramente que se trata de partitocracias, es decir, son las cúpulas de los partidos, sometidas a las leyes no escritas del capitalismo, las que gobiernan nuestros destinos. Sucesivamente han ido entregando parcelas de soberanía y servicios públicos a escondidas y a traición, de modo que prácticamente van dejando vacías de poder real las estructuras de gobierno democráticas. Si  con Franco los emporios económico-financieros se fueron consolidando y creándose unos cuantos nuevos por parte de avispados comerciantes hábiles en el cabildeo político, tras la muerte de Franco incluso les ha ido mejor. Una vez alcanzada la bendición de las potencias occidentales, se han lanzado ávidamente sobre un mercado fácil, servido en bandeja por los EE.UU. a cambio de su connivencia y la bendición de la política estadounidense. Un mercado fácil gracias a la ideología de la madre patria y al hecho de no tener que lidiar con un problema lingüístico añadido.