21 de julio de 2024

Capitalismo y Ecología

Foto de Stephanie Harvey en Unsplash
Esta mañana estaba oyendo un programa en la SER dedicado al consumo, y comentaron el tema de la clonación de mascotas.

Éticamente me parece feísimo que una persona se gaste cincuenta mil euros para que el nuevo gatito sea un "clon" del que se le murió.  ¡Cuánta necesidad se podría aliviar con ese dinero: una comida caliente diaria, poder encender el ventilador, poder alquilar una vivienda digna, ... para tanta gente! Aparte del hecho escandaloso que comentaban: un italiano "famoso" que para clonar su mascota la hizo traer en avión privado (esos que contaminan tanto o más que los comerciales) el trocito de piel necesario para que la clonación tuviera éxito. ¡Desde Italia hasta Marbella!

El "científico" comentaba que para esa gente tan rica, cincuenta mil euros no es dinero. Pues si tienen tanto dinero, ¿por qué no lo invierten en construir viviendas de alquiler social de calidad?  ¿Por qué no lo invierten en obras sociales como comedores populares, economatos, programas de refuerzo escolar? ¿Por qué no adoptan un gatito o un perrito abandonado? Imagino que esto último no lo hacen porque el clonado ya les costaría una pasta, que tendría su árbol genealógico y su pedigrí. 

Como tienen dinero, van por el mundo acelerados, de aeropuerto en aeropuerto, de avión privado en avión privado, contaminando lo que no está escrito. Porque pueden. El que el resto de los mortales nos estemos asando a ellos apenas les toca, ya que viven en mansiones superclimatizadas y se desplazan en coches superclimatizados. Aunque claro, si sus ingresos (de los que podrían prescindir sin problemas si vivieran de una forma más austera) dependen del turismo lowcost, es posible que ahora se "preocupen" si el calor empieza a espantar a los turistas (racionamiento de agua, cortes de energía, etc.). Puede también que estén temblando por las subidas del SMI, porque igual sus ingresos menguan, ya que tendrán que pagar más a sus empleados. 

Los ricos son los campeones de la externalización: privatizar beneficios y socializar gastos. Contaminan cientos de veces más que un pobre, su lujo lo obtienen a costa de la contaminación y la pauperización del resto de la ciudadanía. Eso sí, auxiliados por una cohorte de economistas y científicos preocupados por aumentar su riqueza y su confort (la de ellos, los superricos), aunque sea evadiendo y eludiendo impuestos. Esos impuestos con los que financiar la infraestructura que usan y de la que abusan con total alegría, a cambio del consiguiente "impuesto revolucionario", el que les permite participar un poco en ese mundillo de lujo y despilfarro.

Cosas que he leído hoy:
Sobre el fin de la abundancia: una entrevista a Antonio Turiel