Vaya por delante que de fútbol no entiendo nada y sé muy poco. Sí sé que con tarjeta amarilla no hay expulsión, y con tarjeta roja sí. O al menos pienso que sé eso.
Me parece recordar que cuando se acumulan las tarjetas amarillas viene tarjeta roja, es decir, expulsión.
Los episodios que he leído de Errejón, prensa por medio, tanto de un lado como de otro, me parecen de tarjeta amarilla. Lo malo es que parece que se han acumulado las tarjetas amarillas.
Lo cierto es que no mola tener en las instituciones sujetos y sujetas que no respetan las reglas: las del decoro, las del juego limpio, las de la honradez, y muchas otras que se espera respeten los representantes de los ciudadanos en las instituciones.
Leí que Silvia Intxaurrondo se quejaba de eso de que "todo el mundo lo sabía". Y que si muchos lo sabían, muchos callaron, y por tanto otorgaron. Me recuerda a las andanzas del Rey por Madrid. Me suena incluso haber oído algún comentario a una hermana mía que fue azafata y vivió en Madrid durante una temporada. Algún comentario sobre el JC en su moto por las noches madrileñas. Ahora sé que muchos periodistas lo sabían. Y que callaron, no sé si voluntariamente u obligados por los jefes de redacción y dueños de periódicos.
Y me pregunto si hombres y mujeres estamos preparados para un mundo sin machismo. Los hombres para reconocer en sí mismos y en sus congéneres las conductas machistas, y las mujeres para detectarlas, pararlas y denunciarlas cuando toque y donde toque (que no tiene por qué llegar a los tribunales, que están para lo más lesivo y lo más grave). Hay mucho "poder" por medio. Poder político, poder social, poder mediático, poder económico. Y suelen ser los varones los que están en la posición privilegiada. Algunos simplemente por superioridad física.
Me pregunto cuántas mujeres le habrán dicho a la cara a Errejón y a todos los errejones que andan sueltos por allí que no, que no les gusta, y que no gracias, no quiero nada contigo. Que no quiero amargarte la vida denunciando. Que se lo comentaré a mis amigas, para compartir el mal trago, porque las penas compartidas son menos penas. Al menos entre mujeres. Y que se lo contaré a las más íntimas, para que estén alerta y eviten situaciones comprometidas.
En los partidos deberían tener protocolos de "tarjeta amarilla". Para que cualquier víctima de esas conductas indeseables, indeseadas, impropias e indecorosas puedan ser denunciadas por canales especiales. Y que al errejón de turno le señalen tarjeta amarilla. Y a la tercera, expulsión de todos sus cargos.
Lo mismo que deberían tener las empresas y las instituciones: para los jefecillos o jefazos, para los alcaldes, concejales, asesores o funcionarios con rango. Y si es el dueño de la empresa: a la prensa. No necesitamos dueños de empresas asquerosos, babosos y prepotentes. Porque si lo son con un empleado, lo serán también con los demás, y con sus clientes.