Hace un momento he visto un breve video en alemán, en donde defendían el que se siguiera legislando imponiendo cuotas, porque está visto que el acceso de las mujeres a los puestos directivos en las empresas cotizadas sigue siendo mínimo.
Personalmente no me sorprende, al fin y al cabo la bolsa (hoy día ya no hay bolsas, sino una gran bolsa y sucursales por todas partes) ha alcanzado el sumum de la perfección: es una máquina perfecta para ordeñar a la población mundial, esquilmando recursos en favor de unas pocas corporaciones (y sus dueños y grandes accionistas). La técnica por excelencia es la rapiña, la ganancia a costa de las demás empresas y de los clientes/consumidores. Y el capital desconfía (se entiende que los detentadores del capital, sus dueños y gestores) de que las mujeres sean capaces de desproveerse de su humanidad como los varones han conseguido hacer tras siglos de domesticación y deshumanización, para perseguir la suma perfección en el arte de la rapiña.
Hoy día el poder femenino, no el feminista, desafía abiertamente esa lógica de la rapiña, y el capital (sus detentadores, dueños y gestores) lo sabe. Y aunque por herencia alguna mujer pueda estar en la cúpula de una gran corporación, detrás están grandes bandadas de asesores (abogados y economistas) varones que velan por que se mantenga el espíritu capitalista y la lógica del beneficio sobre todas las cosas. Por eso, quienes están en las cúpulas de la gestión del capital desconfían por sistema de cualquier mujer, mientras no demuestre esa falta de humanidad que tan fácil de adquirir les resulta a los varones.
El que aumenten las mujeres en las cúpulas empresariales no tiene por qué ser un buen presagio, como no lo es el aumento de la criminalidad femenina, véanse terroristas y otras delincuentes sumamente violentas, o el aumento de las conductas antisociales como la temeridad al volante. Más bien es un síntoma de cómo la deshumanización que caracterizaba la tradicional domesticación del varón está penetrando también la nueva domesticación de la mujer.
El poder femenino es el que reivindica valores como la cooperación y las éticas colectivas. Está presente en muchos ámbitos, y lentamente está logrando conquistar también cotas públicas. El creciente valor de la solidaridad y la responsabilidad social son conquistas del poder femenino en la esfera pública. Y el que a nivel social los reclamemos no sólo para el ámbito de lo privado, sino también para el ámbito de lo público, son una conquista del poder femenino. El que reclamemos el fin de la hipocresía en la política, el fin del doble rasero en la política internacional, son una conquista del poder femenino. En nuestra herencia cultural el universo femenino siempre ha tenido en cuenta a los hijos (la generación siguiente) y a los débiles (ancianos, enfermos, etc.), mientras que el universo masculino se desentendía, para bien o para mal. Y muchas veces, demasiadas, para mal. Incluso desentendiéndose de sus responsabilidades más directas.
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