Fernando Fernández Fadón: Piratería en Somalia: “mares fallidos” y consideraciones de la historia marítima
Fuente: Real Instituto ElcanoCopio algunos pasajes .....
Los datos de que se disponen para evaluar esas repercusiones no están muy actualizados a causa de la propia dinámica interna de Somalia, pero según la FAO (2008, pp. 3-6) unos 700 buques de compañías extranjeras faenan de manera ilegal en la zona de Somalia, siendo la pesca artesanal –que comprendía en 1990 el 60% de las descargas en Somalia– la más afectada por la competencia directa de las flotas extranjeras, mientras que el 40% restante, que corresponde a la pesca industrial, se encuentra también mayoritariamente controlado por empresas foráneas.
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A partir del desmoronamiento del régimen de Barre en 1991, surge un tipo de piratería que se desarrollará durante la década que se autodenomina “guardacostas”, cuyo “objetivo eran los barcos que pescaban ilegalmente y los que vertían sustancias tóxicas en la aguas costeras” según la ONU (2006/229, p. 26). La imposibilidad de contrarrestar la presencia de buques extranjeros llevó al auge de los grupos de poder privado como “caudillos” y “hombres de negocios”, quienes acabaron buscando en el mar medios alternativos al lucro cesante como resultado del proceso de depauperación de las estructuras de poder en Somalia. Como la gestión de los asuntos marítimos puede ser un negocio muy lucrativo, de entrada, las administraciones locales de Somalia o los dirigentes de facciones concedieron acuerdos de licencia a países, empresas o buques pesqueros extranjeros. Para supervisar esas concesiones, las autoridades locales recurrieron a milicias armadas para lanzarse al mar en busca de barcos extranjeros, protegiendo lo que las comunidades de pescadores entendían como de su propiedad. Luego, los caudillos locales, “hombres de negocios”, así como elementos de la administración local negociaron concesiones de “protección” y “licencias” a buques extranjeros para que pudieran faenar en las aguas de la zona económica exclusiva de Somalia. Según la ONU (2006/229, p. 25): “algunos permisos se imprimen en papel con membrete del Gobierno anterior, en tanto que otros llevan los sellos personales de los caudillos”. Este tipo de hechos explica la presencia de buques pesqueros extranjeros con armas que han instalado en ellos las mismas “autoridades” que les han concedido las licencias. La “protección” también puede incluir la escolta por otras naves pertenecientes a los “caudillos” y “hombres de negocios” locales, que se arrogan de facto el control de determinadas zonas marítimas de Somalia. Todo ello, claro está, tiene un precio. Este se concreta en el pago por adelantado de “aranceles” o “licencias” que pueden alcanzar hasta un millón de dólares por temporada (ONU, 2007/436, p. 25).
Un ejemplo característico de esa degeneración administrativa y legal en las aguas somalíes lo proporciona el caso del pesquero Alpha Serengueti con base en el puerto de Mombasa (Kenia) de donde zarpó el 25 de noviembre de 2004. Los propietarios de este buque informaron a la tripulación que faenarían en aguas territoriales de Kenia. Sin embargo, ya en la mar se les comunicó que realmente iban a pescar en Somalia, siendo sus miembros “obligados a firmar convenios redactados por una empresa de Mombasa en los que se estipulaba que se avenían a trabajar en un país declarado zona de guerra”, según el GSS (2005/625, p. 29). El 30 de noviembre el pesquero atracó en el puerto de Ma’an, al norte de Mogadiscio, en donde tras permanecer dos días –durante los cuales a la tripulación se le prohibió bajar a tierra– subieron unos “lugareños somalíes” que montaron un cañón antiaéreo de la Segunda Guerra Mundial tipo Single Mark 4 de 20 mm en el pesquero keniata. Después de su instalación, el pesquero zarpó procediendo a faenar entre Mogadiscio y Kismaayo. Durante esos días otro buque mercante se les unió, el Soul Sea, el cual además de aprovisionar al primero, ejerció las labores de escolta armada (con un cañón mucho mayor) del Alpha Serengueti así como de otros “pesqueros amigos”. El 16 de enero de 2005, el pesquero keniata abrió fuego con su cañón contra dos pesqueros no identificados que habían “invadido su zona”, a lo que estos respondieron con armas de menor calibre. Este periplo terminó con el pescado empaquetado y etiquetado con procedencia de Kenia, cumpliendo todos los estándares de seguridad e higiene para poder pasar la inspección (una vez superada retiran dichas precauciones), y con destino a los mercados extranjeros. En este caso, el hecho fue descubierto, pero en otros supuestos los barcos y sus mercancías han pasado impunes los controles de la administración.
Un ejemplo característico de esa degeneración administrativa y legal en las aguas somalíes lo proporciona el caso del pesquero Alpha Serengueti con base en el puerto de Mombasa (Kenia) de donde zarpó el 25 de noviembre de 2004. Los propietarios de este buque informaron a la tripulación que faenarían en aguas territoriales de Kenia. Sin embargo, ya en la mar se les comunicó que realmente iban a pescar en Somalia, siendo sus miembros “obligados a firmar convenios redactados por una empresa de Mombasa en los que se estipulaba que se avenían a trabajar en un país declarado zona de guerra”, según el GSS (2005/625, p. 29). El 30 de noviembre el pesquero atracó en el puerto de Ma’an, al norte de Mogadiscio, en donde tras permanecer dos días –durante los cuales a la tripulación se le prohibió bajar a tierra– subieron unos “lugareños somalíes” que montaron un cañón antiaéreo de la Segunda Guerra Mundial tipo Single Mark 4 de 20 mm en el pesquero keniata. Después de su instalación, el pesquero zarpó procediendo a faenar entre Mogadiscio y Kismaayo. Durante esos días otro buque mercante se les unió, el Soul Sea, el cual además de aprovisionar al primero, ejerció las labores de escolta armada (con un cañón mucho mayor) del Alpha Serengueti así como de otros “pesqueros amigos”. El 16 de enero de 2005, el pesquero keniata abrió fuego con su cañón contra dos pesqueros no identificados que habían “invadido su zona”, a lo que estos respondieron con armas de menor calibre. Este periplo terminó con el pescado empaquetado y etiquetado con procedencia de Kenia, cumpliendo todos los estándares de seguridad e higiene para poder pasar la inspección (una vez superada retiran dichas precauciones), y con destino a los mercados extranjeros. En este caso, el hecho fue descubierto, pero en otros supuestos los barcos y sus mercancías han pasado impunes los controles de la administración.
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