25 de agosto de 2012

mercadeo con derechos fundamentales

Estos días se va a aprobar, o ya se habrá aprobado, una nueva ley en materia de alquileres. Y he recordado la obra de Bové "el mundo no es una mercancía". A este paso pronto dejará de ser verdad. Ya se ha hecho con un derecho fundamental hace tiempo, hace tanto tiempo, que ya ni nos damos cuenta: con el derecho a la comida. El acceso a la comida ya no depende de que haya o no haya alimentos, sino a que se tenga o no se tenga el dinero necesario para comprarlos. No existe ningún freno o cortapisa para el mercadeo con los alimentos, de forma que la codicia de quienes controlan las finanzas determina el hambre de quienes no tienen ningún poder económico-financiero por no tener acceso al dinero.

Con la "liberalización" del mercado de alquiler se consolida definitivamente el mercadeo con el derecho a cobijo (hogar, techo, refugio). La vivienda deja definitivamente de ser un derecho básico para convertirse en mercancía. La propiedad de la vivienda propia es una cosa, pero la propiedad de una vivienda en alquiler nunca debería ser la fuente de la renta principal, y un legislador inteligente con conciencia social debería tenerlo claro. Igual que las "acciones preferentes" no deben ser opción para unos ahorros que deban tener disponibilidad inmediata absoluta, tampoco la propiedad de una vivienda debería ser una fuente esencial de ingresos. En caso de que sí lo fuera, el legislador debería imponer un seguro obligatorio de "renta de alquiler" que cubriera el riesgo de impago. Y obligar a los poderes públicos a ofrecer viviendas sociales en cantidad suficiente para que quienes por circunstancias extraordinarias (paro, enfermedad, invalidez, catástrofes personales) no pudiera afrontar el pago de un alquiler de mercado. El desahucio express es una barbaridad más propia de la Edad Feudal que del siglo XXI (entendiendo el siglo XXI como la continuación de los estándares del siglo XX). Las cuotas del seguro deberían correr a cargo del propietario, no tiene sentido repercutirlas al inquilino. Es él quien voluntariamente decide incurrir en ese riesgo: el riesgo de convertir un derecho fundamental en su principal fuente de ingresos. La fuente natural de la renta personal en nuestra sociedad es el trabajo propio, no el ajeno. Vivir de las rentas, del alquiler, de productos financieros, es vivir del trabajo ajeno.

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