Buceando por internet, me he tropezado con el informe del Ministerio Fiscal de 2011, y me quedé leyendo la parte correspondiente a la siniestralidad laboral. Me he quedado en las dos primeras páginas (de 63), y he querido transcribir unos párrafos que constituyen un verdadero rapapolvo a los medios de (des)información.
Como es sabido y a diferencia de otras
especialidades, los procedimientos seguidos por resultados lesivos
causados en accidentes laborales, lamentablemente se alargan
excesivamente en el tiempo, y en concreto, entre el trámite de
calificación y la celebración del juicio oral suele mediar un
tiempo considerable (y con frecuencia innecesariamente excesivo), lo
que permite que las observaciones que podamos hacer desde la oficina
del Fiscal de Sala, puedan ser tenidas en cuenta en el momento de la
celebración del juicio oral, cuando así se estima necesario o
conveniente por el fiscal que interviene en el mismo.
Por otro lado, y como venimos
reiteradamente recordando, hay que superar definitivamente y cuanto
antes esa actitud fatalista y hasta resignada, de que el accidente
laboral es una suerte de precio que hay que pagar por el progreso y
el aumento de la producción y de la riqueza. Especialmente, esa
actitud es si cabe más nociva en los tiempos de crisis en que
vivimos en los que parece que todo lo que sea abaratamiento de costes
está socialmente admitido, pero en modo alguno puede siquiera
plantearse cuando de la seguridad y salud del trabajador se trata,
que exige que quede radicalmente excluido todo criterio economicista,
de costes y ventajas competitivas, por éticamente rechazable.
Asimismo y también en esta misma
línea, la disminución de los accidentes laborales, incluidos los
más graves, es posible que haya producido lo que podíamos llamar un
efecto colateral perverso al desaparecer en gran medida la
información periodística de la siniestralidad laboral en los medios
de comunicación. Las noticias se contraen a hechos puntuales, siempre referidas a
accidentes mortales y, ni siquiera a la totalidad de ellos, y sí
sólo a los, digamos, más espectaculares, por lo que posiblemente se
esté trasladando a la opinión pública la idea –que en rigor no
se corresponde con la realidad y en todo caso no es nada conveniente–
de que la siniestralidad laboral está dejando de ser un problema grave para
la colectividad, y de esa forma se atenúa la necesaria
concienciación social sobre el problema que tan decisiva es para
profundizar en la cultura de la prevención. Especialmente este
tratamiento atenuado contrasta con la atención mediática que recibe
la siniestralidad vial, con la que no podemos por menos y obviamente
que estar de acuerdo, pero también sería necesario una más intensa
resonancia en los medios de comunicación de los accidentes
laborales, entre otras causas porque el accidente de circulación,
normalmente y excepción hecha de los que se producen en el sector
servicios, traen causa de conductas en gran medida voluntarias, en
tanto que el accidente laboral se produce en una relación de
necesidad en la que la víctima tiene que desarrollar su trabajo –que
es su medio de vida– en un marco laboral y material que le viene
impuesto por el empleador y en el que surge o puede surgir la
situación de riesgo para su vida y salud, repercusión o reflejo
mediático que contribuiría, sin duda, a conseguir que se mantenga
la actualidad de la gravedad de un problema que a un número
excesivamente elevado de ciudadanos les afecta directamente y a todos nos debe
importar. Y claro, si mediáticamente el problema parece que no
existe, se corre el riesgo de considerarlo realmente inexistente,
cuando las víctimas –que siguen siendo númerosas y con resultados
lesivos gravísimos– resultan como invisibles para la opinión
pública, que pierde conciencia, si alguna vez empezaba a tenerla, de
la auténtica gravedad del problema.
Por todo ello, al igual que
semanalmente se difunde a través de los medios de comunicación los
resultados lesivos de la siniestralidad vial, sería también
necesario una suficiente visualización de la siniestralidad laboral
con cierta periodicidad, que pudiera ser semanal o, al menos, mensual
y, en el peor de los casos, trimestral, coincidiendo con la
publicación por el Ministerio de Trabajo de las estadísticas
interanuales trimestrales de accidentes de trabajo con bajas
registradas.
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