Queda poco tiempo ya para que los partidos decidan (todos, no sólo el PSOE y Podemos) que los ciudadanos debemos volver a votar, ya que no hemos votado lo que ellos quieren, cada uno de ellos lo suyo, claro.
No está escrito en ninguna parte que los partidos que no tienen suficientes votos para gobernar, solos o en coalición, pongan zancadillas en forma de NO a quienes sí pueden tener una mayoría, aunque sea precaria. Es decir, que si volvemos a tener que votar, IGUAL RESPONSABILIDAD TIENEN QUIENES VOTAN NO que quienes no consiguen alcanzar una mayoría suficiente.
Houston, tenemos un problema
En este caso Houston es España, concretamente nuestras leyes. El sistema de formación de gobierno estaba claramente diseñado, como vemos ahora, para un sistema bipartidista, que además venía a ser la reproducción de los frentes previos al franquismo. Y el reconocimiento del PC en su momento se revela como una hábil maniobra para dividir al frente opositor, las llamadas izquierdas (rojos, comunistas, en la jerga de la derecha española, metiendo a todos en un mismo saco).
El hecho es que vivimos en una sociedad de masas, e inevitablemente, en una sociedad plural. Pluralidad que se plasma en una pluralidad de partidos. Y los poderes fácticos se aprovechan. Llevamos años con gobiernos precarios, pero que aplican, quieran o no, políticas económicas a favor de los poderes fácticos, en contra de los intereses de la mayoría de la población y en favor de los de una minoría. Una minoría que se va ampliando lenta pero inexorablemente, y que, consciente de a quién debe su enriquecimiento, colabora más que activamente con los poderes fácticos de siempre.
La reforma legislativa que cambie la forma de constituir un gobierno es urgente, pero, de momento, no se le ve el plumero. Una de las consecuencias de décadas de incultura y deseducación política es la falta de conciencia política y espíritu crítico de la gran mayoría de los votantes. En realidad sucede como con la tele: no exigimos contenidos de calidad, sino que tragamos lo que nos echen. Y en política, no exigimos acciones y medidas concretas, sino que elegimos lo que tienen a bien ofrecernos. Y como la mala publicidad, nos ofrecen cosas para seducirnos, y acabamos recibiendo lo que les interesa. Es como las "uvas muy dulces" que compré el otro día, y que de dulces no tienen nada, pero pagué por ellas, y ahora me las como, porque tampoco es cuestión de tirarlas.
Houston, tenemos otro problema más
Y es que parece que nuestros políticos no quieran comprender que estamos en una sociedad plural, y que tienen que gobernar para todos, y que esto es una democracia, y que no es suficiente con gobernar, tienes que convencer, si quieres implantar políticas a largo plazo.
Suponiendo que los votantes del PSOE sean de izquierdas, que ya es mucho suponer, NO ES VERDAD que España sea mayoritariamente de izquierdas. Y por mucha mayoría que tenga, esa mayoría representa una fracción de la sociedad, no su totalidad. Cualquier política que quiera alterar el actual estado de cosas, necesariamente tendrá beneficiarios y perjudicados. Y lo que especialmente en Podemos parecen ignorar es que no puedes "pasar" de los perjudicados, especialmente si éstos son muy poderosos. En una legislatura no se pueden revertir la totalidad de políticas económicas de unas pocas o muchas legislaturas anteriores. Eso significa que el número potencial de perjudicados, aunque sea en sus expectativas, puede ser inmenso. Es decir, que si se descuidan, en caso de que lleguen a ponerse de acuerdo y formen gobierno, puede que ni agoten la legislatura, y pierdan las siguientes elecciones, aunque sea porque sus votantes se quedan en casa.
Cualquier partido de gobierno de izquierdas en España, en este momento, tiene que dedicar un ingente esfuerzo explicativo, para conseguir la complicidad (la paciencia y la comprensión) de sus votantes, e incluso de quienes no les han votado, pero acaban entendiendo la bondad o necesidad de sus acciones. Y digo partido, porque lo que no debe hacer es lo que ha hecho el PP siempre que estaba en el poder: aprovechar el poder institucional para hacer propaganda de partido, en suma, propaganda electoral permanente, en alegre connivencia con los grandes medios de comunicación, financiados por los poderes fácticos, mayormente vía publicidad y patrocinios. Y mientras los partidos sean empresas, formadas por accionistas militantes y gestores a sueldo, vamos mal. Los gestores miran en primer lugar por matener su puesto de trabajo, o incluso en acrecentar su poder, y los accionistas se dedican a acudir a las asambleas anuales, cobrar los dividendos y poco más. Mientras los partidos de masas no sean masas de militantes, en el mejor sentido de la palabra, será el dinero quien determine cuál es la empresa más fuerte: la que más invierta en publicidad (aunque sea robando, como ha venido haciendo el PP, al contribuyente, a las empresas, a las arcas públicas, etc.).