27 de mayo de 2008

mira por dónde

Al abrir mi blog esta mañana me he topado con mi último post, en el que abría reconociendo la grima que me da el PP. En realidad a lo que iba era a comentar lo desapercibido que parecían haber pasado por los main stream media unas declaraciones de Solbes, comentando el carácter electoralista de los famosos 400 euros.

Y hoy es el día que en el PP hay montado un guirigay increíble. Pienso que ya era hora de que se retrataran, de que no pudieran ya esconder qué es el PP como partido. Otra cosa serán las personas. De las que habrá de todo, aunque personalmente opino que quien llega arriba, en política, o bien no está muy limpio, o bien es una marioneta al servicio de otra gente que no está muy limpia. Pero esa es otra historia.

la columna de J.O.: el dedo en la llaga

Anoche me llegó el email con la actualización de "el Dedo en la Llaga" de la página de Javier Ortiz. Me hizo gracia. Creo que es la primera vez, y mira que llevo años alucinando con el tema, que leo que alguien comenta sobre este tema: los cinco minutos de "propaganda católica" de radio nacional de españa (rne).

La verdad es que hasta el nombre de la emisora se las trae. Lo primero que debían haber hecho, en mi opinión, era cambiarle el nombre. Si teníamos cambio de régimen, si se suponía que ya se había acabado el franquismo, lo propio era retirar sus símbolos, y no sólo los monumentos en las plazas principales. Cuando un banco absorbe otro banco, lo primero que hace es cambiarle el nombre y los logotipos, por lo general. Lo propio hubiera sido cambiarle el nombre, especialmente eso de "nacional" que apesta, con perdón, cuando está combinado con el adjetivo "de españa". No por nada, durante la guerra civil el bando sublevado adoptó eso de "nacional". Como si los republicanos no fueran igualmente españoles y pertenecientes al mismo estado-nación. Por si fuera poco, el año pasado celebraron su 70 aniversario y pasaron varias veces la primera transmisión (afortunadamente no muchas, igual alguien se dio cuenta de cómo apestaba): una arenga de Franco a los españoles, del año 37.

Y ahora, todas las mañanas, a las seis menos cinco, tenemos el óbolo a la iglesia católica: "Buenos días nos dé Dios". Como protestante me irrita sobremanera. ¿No estamos en un estado aconfesional? No me molesta tanto el dedicar un tiempo a la reflexión, recogimiento, meditación, etc.: también en otras radios públicas de otros países existen. Pero reflejan, al menos, la diversidad confesional. Como la ICR es mayoritaria, al menos nominalmente, pues es lógico que tenga mayor peso. De todos modos, lo propio sería, reconociendo el hecho de que la trascendentalidad actualmente ya no está limitada a la religión, dar cabida a la pluralidad de opciones: personal religioso (de las diversas confesiones) y no religioso (tales como psicólogos, filósofos, etc.).

Texto de referencia: Buenos días nos dé Dios

23 de mayo de 2008

la "política"

Reconozco que el PP como partido, y la mayoría de sus miembros más señeros, como personas, me dan grima. El PSOE, como partido, simplemente no me gusta. Me parece una especie de quinta columna del capitalismo puro y duro, es decir: unos infiltrados que van abriendo camino al enemigo desde dentro. Que yo sepa, es un término proveniente de la época del fascismo. Y se aplicaba a los agentes del fascismo que en los países democráticos y liberales preparaban el terreno para una hipotética toma del poder, finalmente, por parte de los fascistas. De sus miembros en particular no me atrevo casi a opinar. Sé que soy, en materia de personas, bastante ingenua. Y que como no leo prensa rosa, ni veo programas canallas en la tele, ni me codeo con enteradillos, no me entero de la misa la media. Más o menos me guío por el "feeling". Que en un mundo mediatizado por los asesores de imagen, como es el de los partidos políticos, sirve de bien poco. Porque todo está estudiado para producir este o aquel "feeling" en estas o aquellas personas.

Tampoco me gusta la prensa "main stream". No hablo tanto de la extranjera, que seguramente será igual, sino de la propia. La del país. Hoy leo en el blog de Torres López un pequeño comentario sobre unas palabras de Solbes, reconociendo que lo de los 400 euros era puro electoralismo. Y comenta Torres López que en la prensa, niente. Que lo dijo delante de los empresarios, y parece que la "noticia" no interesa.

Dejo aquí el enlace.

11 de mayo de 2008

Democracia degenerada, ..... (2)

Democracia degenerada, izquierda capitalista y movimientos sociales, de Agustín Morán

Siguiendo con los comentarios al artículo de Agustín Morán, copio primero la segunda sección:

  1. Teologia, individuo y mercado.

Adam Smith, en la obra fundacional del liberalismo2, establece la separación formal de la política y la economía como un rasgo central de la modernidad. La emergencia del mundo moderno se caracteriza por la disolución de las formas de legitimación religiosa del orden social imperantes en la Edad Media. Estas consideraban que el fundamento de las relaciones sociales era la voluntad de Dios. A partir del siglo XVII la explicación de la sociabilidad, que antes se daba como un hecho natural, aparece como un problema.

En la Edad Media, el ser humano era un ser pasivo que debía acomodarse a un orden providencial y sagrado. En la modernidad, el individuo pasa al centro de la escena como el sujeto desde el que se constituyen las relaciones sociales. El orden social, que venía dado por la providencia de Dios, se presenta ahora como el resultado de las relaciones entre los individuos.

Antes del siglo XVII no existía la noción de individualidad, ya que esta se hallaba disuelta en la naturaleza espiritual del ser humano. Con la modernidad, emerge el individuo como célula fundacional del orden social. La tradición cristiana incorporó a esta emergencia su noción de la naturaleza humana como un compuesto de cuerpo y alma. A partir de aquí, diversas teorías explicaron la relación entre uno y otra.

La visión teológica del mundo, escindido en el mundo finito de las personas y el mundo infinito de Dios, se traslada a la visión del individuo compuesto por dos naturalezas. Una finita y cognoscible - el cuerpo - de la que podemos hablar y otra - el alma – que, por pertenecer al mundo de Dios, no es comprensible por nuestra razón. Cuando la naturaleza humana era únicamente espiritual, los problemas del orden social consistían en seguir las reglas del bien y rechazar el mal, fijados por la omnipotencia de Dios. Con la modernidad, el mundo se abre en dos órdenes incomunicados. Sobre el mundo infinito de Dios, de donde procede la noción del bien y del mal, no podemos decir nada. Por lo tanto, las normas sobre las que construir el orden social sólo se pueden plantear desde el propio individuo, finito y corpóreo. La realidad social parte del individuo y desde él se explica la constitución de la sociedad. A partir de estas nociones se desarrolla, desde el siglo XVII, el individualismo metodológico.

La concepción de un individuo previo a la realidad social profundiza la ruptura con el pensamiento aristotélico. Para Aristóteles, individuo e individuo como ser social eran lo mismo porque no es pensable un ser humano preexistente o fuera del hecho social3. Desde este presupuesto, las nociones de bien y de mal estaban integradas en la determinación social de la persona. Bien, es el conjunto de acciones que construyen una sociabilidad ordenada cuyo fundamento es la integración social de todas las personas. Mal, es lo que, al crear desigualdad, exclusión y violencia, disuelve el orden social.

Desde la visión liberal existen dos formas de entender el funcionamiento de la sociedad. Una, parte de la naturaleza social del individuo y tiene que ver con la mayor o menor idoneidad de las acciones de éste respecto a las leyes y los sentimientos morales. La otra, se deriva de la naturaleza individual de dicho individuo y tiene que ver con su propensión a aumentar su propia riqueza. La primera es una teoría de la moral. La segunda es una teoría de la eficacia económica. Se trata de dos teorías distintas con una misma antropología que conduce a un resultado mágico: los individuos, persiguiendo sus intereses particulares realizan los intereses generales de la sociedad.

Para el pensamiento ilustrado la moral es un concepto variable ya que, según se modifiquen nuestros sentimientos, se modificará la moral. Por el contrario, para dicho pensamiento, la económica no admite modificaciones porque permite la regularidad de las cosas. Esto nos conduce a que las personas son libres en el campo de los sentimientos morales, pero no en el de la economía.

El individuo “moderno” está escindido entre el rechazo a los resultados de la violencia mercantil, que sus sentimientos morales perciben como negativos y la impotencia para evitar el funcionamiento inapelable de dicha economía. La moral y la compasión pertenecen al terreno de los sentimientos, que pueden permitirse ser irracionales. Por eso, deben estar gobernados por la economía. Al individuo de mercado, sólo le queda asumir su precariedad como un destino inevitable y ser compasivo y solidario con las víctimas de las leyes de la economía.

Lo que otorga racionalidad a las sociedades de mercado es el sistema económico. El sistema moral aparece como algo accesorio. La racionalidad de la economía, al estar dentro de la naturaleza de las cosas, convierte a las personas en meras receptoras de dicha racionalidad. Esta concepción “moderna” nos retrotrae a la afirmación escolástica: “la verdad es la adecuación del conocimiento a la realidad”. Augusto Compte, padre del positivismo, daba cursos de astronomía a trabajadores para demostrarles que, al igual que el orden de los astros es inmutable, el orden capitalista de la sociedad también lo es.

La ideología “de mercado” no admite una interpretación ética del comportamiento económico porque considera que ética y economía son dos planos separados e independientes. Podemos tener compasión por los trabajadores accidentados o sentir lástima hacia los muertos por el hambre, la comida basura, las enfermedades profesionales y los accidentes de tráfico, pero este sentimiento no puede interferir la racionalidad de las relaciones económicas causantes de esas muertes.

Desde Adam Smith, el pensamiento económico se considera emancipado de la política y de la moral. Esto implica otorgar a la ganancia del capital el poder constituyente de las relaciones sociales. Sin embargo, la soberanía del capital no se debe al poder del pensamiento económico sino al poder de quienes lo administran. La potencia con la que se despliega la economía de mercado no se basa en su capacidad de integración social o en la veracidad de las teorías que la legitiman, sino en la violencia material y cultural que la constituye. Sin la violencia armada y cultural del estado, la violencia competitiva del mercado no podría sobreponerse a sus consecuencias catastróficas ni lograría el consentimiento de sus víctimas.


He subrayado unos párrafos que me han parecido interesantes. Por lo demás, me parece una exposición muy coherente e interesante.

2 de mayo de 2008

Democracia degenerada, ..... (1)

Democracia degenerada, izquierda capitalista y movimientos sociales, de Agustín Morán

Es el título de un largo artículo recién leído en Rebelión, y por lo largo que es lo iré reproduciendo a cachitos, intentando luego sacarle el jugo a cada uno de ellos.

  1. Politica y naturaleza.

La política es la acción consciente de tejer el tejido social. Por lo tanto, dicha acción debe ser - y no puede no ser - un proceso en el que las personas, convertidas en actoras, se autodeterminan y construyen colectivamente las condiciones de su propia existencia material y social. La política es el resultado de la deliberación. En rigor, no puede hablarse de política como algo que precede al diálogo sino como el resultado de dicho diálogo.

La acción política supone una búsqueda permanente de las formas adecuadas de participación, delegación y mediación social. Esta búsqueda tiene como finalidad construir una sociabilidad segura para tod@s. Las virtudes para lograr la convivencia ordenada son la prudencia, la justicia, la amistad, la deliberación, los límites compartidos, el bien común. Históricamente, dichas virtudes han sido objeto de controversias entre los filósofos morales1 y resultan del punto medio entre aspectos contradictorios: libertad y necesidad, lo individual y lo social, lo material y lo imaginario, naturaleza y sociedad, hombre y mujer, pasado, presente y futuro.

Pero ésta concepción ética de la política dista mucho de la dominante hoy en día. En las sociedades de mercado, el bien común no depende de de las formas de gobierno y de la voluntad de los individuos y los pueblos, sino del cumplimiento de las leyes de la economía. La política no funda las relaciones sociales, solamente las administra. No está antes, sino después del intercambio rentable. No establece el orden social, sino que gestiona un orden determinado de antemano por la economía.

La modernización mercantil disuelve las virtudes comunitarias en la objetividad despiadada del dinero. El desorden económico, ecológico y moral está sostenido por la fuerza del Estado y se legitima, como el único posible, por los intelectuales apologistas del mercado. Las virtudes que proclama son la satisfacción de los deseos individuales ilimitados y el relativismo moral. Estos principios son compartidos, no solo, por los beneficios, sino también por los perjudicados.

La fingida superación del debate sobre las formas políticas, facilita el dominio de la economía sobre el conjunto de relaciones sociales. La modernización económica y tecnológica promete la libertad política respecto de la naturaleza, la servidumbre y la arbitrariedad. Pero impone un sufrimiento general “inevitable”. Ante las leyes económicas, son tan impotentes las mayorías excluidas como las minorías beneficiadas.

La globalización de este modelo acentúa su totalitarismo y su impunidad. Crece la riqueza y con ella la desigualdad. Las cien empresas más grandes controlan recursos equivalentes a 1/3 del producto interior anual de todos los países del mundo. En EEUU, el 1% más rico de la población ha pasado de poseer el 5% de toda la riqueza en 1975 a poseer el 20% en 2005. La globalización económica y el libre comercio se presentan como el mejor de los mundos pero, para la mayoría, construyen el peor de los infiernos.

Las catástrofes de la economía global aparecen como “naturales” y por tanto, como inevitables. Tal como hace el criminal con el rastro de su crimen, la naturalización de la economía de mercado necesita borrar las huellas de su propia constitución. Aunque son producto de nuestras acciones y omisiones, parecen tener su origen en el “más allá”. Perteneciendo a la esfera de lo político, es como si obedecieran a leyes naturales. Al banalizar la desigualdad, la explotación y el desamparo, la civilización capitalista extiende por doquier la inseguridad y la violencia.

Las ciencias sociales modernas, constituidas en una ortopedia de la economía, se limitan a constatar lo que hay. El ajuste entre la noción de “orden” y el orden caótico realmente existente, equipara el ser y el deber ser. Con ello, las ciencias sociales se transforman en una mera descripción de la realidad, es decir, en apología. De esta manera se produce un cierre sistémico entre la realidad práctica y la realidad teórica que teoriza dicha práctica.

Las consecuencias políticas de este cierre están a la vista. La compasión globalizada nos llama a movilizarnos contra la pobreza sin enfrentarnos con sus causas y nos convoca a campañas y manifestaciones subvencionadas y encabezadas por los causantes de dicha pobreza. Las ONGs ecologistas nos movilizan a favor de la sostenibilidad del capitalismo. El sindicalismo mayoritario se preocupa más de la buena marcha de los negocios que de las necesidades de l@s trabajador@s.

Para el liberalismo, el principio de realidad lo marca el mundo de la economía. Esta, a su vez, se presenta como dependiente de leyes mercantiles cuyo origen está en las leyes de la naturaleza. Para la antropología y la sociología capitalista, el afán de posesión y la competitividad de los individuos, son el origen de la riqueza y constituyen datos inmodificables.

hasta ahí el primer apartado

Voy a ir subrayando algunas frases que me parece interesante seguir con más detenimiento. En primer lugar, la referente a la "naturalización" de la economía de mercado. Es decir, una cosa es la economía, y otra la economía de mercado. Hay otras formas de economía que no son las economías de mercado. La economía de la escasez es diferente. La economía de la austeridad también. La primera administra la escasez, y distribuye de acuerdo con las necesidades. La segunda busca el mínimo consumo de recursos, y el máximo aprovechamiento de éstos. La economía de mercado es lo contrario. La economía de mercado no tiene ningún interés en distribuir nada de acuerdo con ningún criterio. La economía de mercado y capitalista busca el máximo provecho para el que más tiene aplicando unas reglas elaboradas por él y que rigen las relaciones de intercambio: las reglas del mercado. La economía de mercado tampoco busca la austeridad. Casi al contrario. Tiene interés en que los ciclos de vida de las cosas sean lo más corto posibles. Porque así los clientes comprarán más, y por tanto sacará mayor beneficio en cada una de las compras.

Pero es que la economía de mercado se ha ido instalando en nuestras cabezas como si fuera "natural", como si no hubiera otra economía posible. Se ha ido instalando en nuestras cabezas porque antes se ha instalado en nuestras vidas. Y lo ha hecho sin que nos demos cuenta, sin pedirlo y sin saberlo. Nuestros políticos han ido metiéndonos en organizaciones internacionales, entregándoles lo que no les habíamos dado. Hemos elegido a los sucesivos gobiernos de turno (cuando lo hemos hecho, en los países no "democráticos" tampoco, pero el resultado es el mismo) para que administren los recursos del estado, para lo cual necesitaban unos ciertos poderes. Pero lo que han ido haciendo, y no sólo en nuestro país sino en todos los de nuestro entorno, es ir creando organizaciones supranacionales que definen las reglas de la economía de modo que ya no podemos reclamarles a ellos, sino que debemos reclamar a las organizaciones. Ah, pero: esas organizaciones no son democráticas, ni pretenden siquiera serlo. De modo que nos encontramos que hemos entregado poder a unas personas que a su vez lo han entregado a otras, supuestamente diferentes, y a esas otras no podemos reclamarles. Y así nos va.