2 de mayo de 2008

Democracia degenerada, ..... (1)

Democracia degenerada, izquierda capitalista y movimientos sociales, de Agustín Morán

Es el título de un largo artículo recién leído en Rebelión, y por lo largo que es lo iré reproduciendo a cachitos, intentando luego sacarle el jugo a cada uno de ellos.

  1. Politica y naturaleza.

La política es la acción consciente de tejer el tejido social. Por lo tanto, dicha acción debe ser - y no puede no ser - un proceso en el que las personas, convertidas en actoras, se autodeterminan y construyen colectivamente las condiciones de su propia existencia material y social. La política es el resultado de la deliberación. En rigor, no puede hablarse de política como algo que precede al diálogo sino como el resultado de dicho diálogo.

La acción política supone una búsqueda permanente de las formas adecuadas de participación, delegación y mediación social. Esta búsqueda tiene como finalidad construir una sociabilidad segura para tod@s. Las virtudes para lograr la convivencia ordenada son la prudencia, la justicia, la amistad, la deliberación, los límites compartidos, el bien común. Históricamente, dichas virtudes han sido objeto de controversias entre los filósofos morales1 y resultan del punto medio entre aspectos contradictorios: libertad y necesidad, lo individual y lo social, lo material y lo imaginario, naturaleza y sociedad, hombre y mujer, pasado, presente y futuro.

Pero ésta concepción ética de la política dista mucho de la dominante hoy en día. En las sociedades de mercado, el bien común no depende de de las formas de gobierno y de la voluntad de los individuos y los pueblos, sino del cumplimiento de las leyes de la economía. La política no funda las relaciones sociales, solamente las administra. No está antes, sino después del intercambio rentable. No establece el orden social, sino que gestiona un orden determinado de antemano por la economía.

La modernización mercantil disuelve las virtudes comunitarias en la objetividad despiadada del dinero. El desorden económico, ecológico y moral está sostenido por la fuerza del Estado y se legitima, como el único posible, por los intelectuales apologistas del mercado. Las virtudes que proclama son la satisfacción de los deseos individuales ilimitados y el relativismo moral. Estos principios son compartidos, no solo, por los beneficios, sino también por los perjudicados.

La fingida superación del debate sobre las formas políticas, facilita el dominio de la economía sobre el conjunto de relaciones sociales. La modernización económica y tecnológica promete la libertad política respecto de la naturaleza, la servidumbre y la arbitrariedad. Pero impone un sufrimiento general “inevitable”. Ante las leyes económicas, son tan impotentes las mayorías excluidas como las minorías beneficiadas.

La globalización de este modelo acentúa su totalitarismo y su impunidad. Crece la riqueza y con ella la desigualdad. Las cien empresas más grandes controlan recursos equivalentes a 1/3 del producto interior anual de todos los países del mundo. En EEUU, el 1% más rico de la población ha pasado de poseer el 5% de toda la riqueza en 1975 a poseer el 20% en 2005. La globalización económica y el libre comercio se presentan como el mejor de los mundos pero, para la mayoría, construyen el peor de los infiernos.

Las catástrofes de la economía global aparecen como “naturales” y por tanto, como inevitables. Tal como hace el criminal con el rastro de su crimen, la naturalización de la economía de mercado necesita borrar las huellas de su propia constitución. Aunque son producto de nuestras acciones y omisiones, parecen tener su origen en el “más allá”. Perteneciendo a la esfera de lo político, es como si obedecieran a leyes naturales. Al banalizar la desigualdad, la explotación y el desamparo, la civilización capitalista extiende por doquier la inseguridad y la violencia.

Las ciencias sociales modernas, constituidas en una ortopedia de la economía, se limitan a constatar lo que hay. El ajuste entre la noción de “orden” y el orden caótico realmente existente, equipara el ser y el deber ser. Con ello, las ciencias sociales se transforman en una mera descripción de la realidad, es decir, en apología. De esta manera se produce un cierre sistémico entre la realidad práctica y la realidad teórica que teoriza dicha práctica.

Las consecuencias políticas de este cierre están a la vista. La compasión globalizada nos llama a movilizarnos contra la pobreza sin enfrentarnos con sus causas y nos convoca a campañas y manifestaciones subvencionadas y encabezadas por los causantes de dicha pobreza. Las ONGs ecologistas nos movilizan a favor de la sostenibilidad del capitalismo. El sindicalismo mayoritario se preocupa más de la buena marcha de los negocios que de las necesidades de l@s trabajador@s.

Para el liberalismo, el principio de realidad lo marca el mundo de la economía. Esta, a su vez, se presenta como dependiente de leyes mercantiles cuyo origen está en las leyes de la naturaleza. Para la antropología y la sociología capitalista, el afán de posesión y la competitividad de los individuos, son el origen de la riqueza y constituyen datos inmodificables.

hasta ahí el primer apartado

Voy a ir subrayando algunas frases que me parece interesante seguir con más detenimiento. En primer lugar, la referente a la "naturalización" de la economía de mercado. Es decir, una cosa es la economía, y otra la economía de mercado. Hay otras formas de economía que no son las economías de mercado. La economía de la escasez es diferente. La economía de la austeridad también. La primera administra la escasez, y distribuye de acuerdo con las necesidades. La segunda busca el mínimo consumo de recursos, y el máximo aprovechamiento de éstos. La economía de mercado es lo contrario. La economía de mercado no tiene ningún interés en distribuir nada de acuerdo con ningún criterio. La economía de mercado y capitalista busca el máximo provecho para el que más tiene aplicando unas reglas elaboradas por él y que rigen las relaciones de intercambio: las reglas del mercado. La economía de mercado tampoco busca la austeridad. Casi al contrario. Tiene interés en que los ciclos de vida de las cosas sean lo más corto posibles. Porque así los clientes comprarán más, y por tanto sacará mayor beneficio en cada una de las compras.

Pero es que la economía de mercado se ha ido instalando en nuestras cabezas como si fuera "natural", como si no hubiera otra economía posible. Se ha ido instalando en nuestras cabezas porque antes se ha instalado en nuestras vidas. Y lo ha hecho sin que nos demos cuenta, sin pedirlo y sin saberlo. Nuestros políticos han ido metiéndonos en organizaciones internacionales, entregándoles lo que no les habíamos dado. Hemos elegido a los sucesivos gobiernos de turno (cuando lo hemos hecho, en los países no "democráticos" tampoco, pero el resultado es el mismo) para que administren los recursos del estado, para lo cual necesitaban unos ciertos poderes. Pero lo que han ido haciendo, y no sólo en nuestro país sino en todos los de nuestro entorno, es ir creando organizaciones supranacionales que definen las reglas de la economía de modo que ya no podemos reclamarles a ellos, sino que debemos reclamar a las organizaciones. Ah, pero: esas organizaciones no son democráticas, ni pretenden siquiera serlo. De modo que nos encontramos que hemos entregado poder a unas personas que a su vez lo han entregado a otras, supuestamente diferentes, y a esas otras no podemos reclamarles. Y así nos va.



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