2 de mayo de 2019

Tras las elecciones generales

Ganó el PSOE, y, en conjunto, las izquierdas han obtenido más escaños que las derechas. Me temo que mucho más no se puede decir. El PSOE, gracias a la ley de Hondt y a la escandalosa configuración de las circunscripciones, ha obtenido una gran mayoría de votos.

Tampoco hay que atribuirle más valor del que tiene. Venimos de un sistema bipartidista, que favorece la incultura política, porque la gente básicamente votaba siempre lo mismo, quedándose en casa cuando no estaba a gusto con los políticos de turno. La gente de izquierdas, entendiendo por tal los que votaban opciones socialistas, tenían una nueva opción desde hace mucho que seguía siendo de izquierda sin llegar a ser "comunista", que era una opción que salvo a un grupo de iniciados daba cierto "miedo" o "repeluz", izquierda unida, en la que convivían comunistas y no comunistas.

Como últimamente la gente estaba tan a disgusto con los políticos de turno han ido apareciendo nuevas opciones, tanto por la izquierda como por la derecha.  Incluso hubo intentos de ofrecer opciones transversales, pero no han cuajado, se han escorado hacia la derecha, como Ciudadanos, o hacia la izquierda, como Podemos. Incluso han reaparecido los nostálgicos del Antiguo Régimen, más cercanos al franquismo que a la moderna España democrática, y que han adoptado el nombre de VOX (que no es sigla, por mucho que ellos mismos hablen de sus "siglas").

Pienso que el triunfo de la "izquierda" es atribuible, en parte, al deseo de no volver a tener que sufrir a un partido hegemónico en el que no hay ningún control efectivo de la legalidad, especialmente del aspecto financiero: ni a nivel interno, en cuanto a sus fuentes de financiación, ni a nivel institucional, en cuanto a la persecución de las prácticas corruptas. Un partido que se aferra a la apariencia y se niega a rectificar y condenar las malas prácticas pasadas.

Una gran mayoría de los actuales dirigentes del PP convivió con las prácticas corruptas y con los corruptos, y eso no puede ser. O bien no se dieron cuenta, y en ese caso deberían ser relevados, pues no es de recibo que compartas mantel con quienes usan y abusan de las malas prácticas y ni te des cuenta, o peor, que dándote cuenta no lo denuncies. Según nuestro código penal, que coincide además con la percepción del sentido común, quien tiene noticia de un delito está obligado a denunciarlo. Recordemos que fueron los hijos de Maddoff los que denunciaron al padre cuando tuvieron noticia de sus malas prácticas.

Pienso que en país occidental, con una economía capitalista y en el que tienen su hogar grandes compañías multinacionales ningún partido con vocación mayoritaria puede ser "radicalmente" de izquierdas. No se puede gobernar contra los poderes fácticos, por muchos votos que tengas, si no tienes un enorme respaldo popular. Y el PSOE no lo tiene. Ni siquiera lo tiene juntándose con los votantes de las demás opciones de izquierdas. Las actuales inercias económicas: el sistema de financiación, el entorno internacional, la actual legislación, la estructura del estado, todo ello favorece al sistema económico-social capitalista, e impide implantar medidas radicalmente de izquierdas. Con lo que el peligro de no poder conservar el poder durante un período suficientemente largo como para poder implantar con éxito medidas y políticas "de izquierdas", es decir, poner coto a la voracidad de los apetitos capitalistas, es grande. Y la tentación de ni intentarlo, por miedo a despertar a los poderes fácticos y su potencial financiero-económico para corromper el sistema, y por tanto perder el poder político, es grande.

Mientras sigamos con la actual ley electoral, con las circunscripciones dispares, con la ley de Hondt para el reparto de escaños, la cosa no va a tener remedio. Pero no es sólo eso. Mientras no tengamos un estado que persiga activamente la corrupción, la cosa no va a tener remedio. Y mientras los ciudadanos pensemos que el estado no somos nosotros, que el poder y la soberanía no está en nuestras manos, sino en las de la administración, la cosa no tendrá remedio. Es absurdo pensar que la administración del estado, por si sola, puede perseguir la corrupción de la administración del estado. Sólo la participación y control ciudadanos pueden poner coto a la corrupción de la administración del estado por parte de los poderes económico-financieros, es decir, los poderes fácticos.

Hay muchas cosas absurdas y malsanas en el actual sistema económico-financiero, y cambiarlas requiere tiempo y consenso. E inteligencia. Y no la inteligencia de unos pocos, sino la inteligencia colectiva, la inteligencia ciudadana. Y la inteligencia hay que alimentarla. Hay que alimentarla con cultura y con tiempo. Tiempo para informarse y para educarse. Necesitamos tiempo, no sólo para trabajar y para descansar, también para alimentar la inteligencia que nos permita participar de forma inteligente. Que nos permita participar más allá de acudir un domingo cada cierto tiempo para dar un cheque en blanco a diputados y concejales de nuestra confianza. Hemos dejado muchas decisiones a los políticos que, una vez muerto el dictador y adoptado el sistema democrático, no hemos recuperado.

Y va siendo hora de que los recuperemos. No porque una vez los tuviéramos, o no, durante un régimen anterior. No es cuestión de idealizar la segunda república. Se trata de recuperar para la ciudadanía el control de sus propios asuntos. Es un tema de democracia. En los países de nuestro entorno, cada ciudadanía fue recuperando sus asuntos a su manera, y tiene sus propias formas de gestionar el control de los mismos. Algunos prescindieron de sus monarquías, otras las conservaron. Unos consultan a sus ciudadanos con más frecuencia que otros. Unos gestionan los asuntos ciudadanos de una forma y otros de otra. De todos ellos podemos aprender, porque una de las características de las actuales democracias es su autocrítica y su autoevaluación. En sus universidades podemos encontrar mucha documentación e información.

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