4 de diciembre de 2009

derechos de autor y del editor

El otro día estaba en la radio oyendo a una persona que comentaba que si la técnica permite descargar una sola canción, por qué la gente tenía que comprar un disco con 17 canciones. Era un argumento interesante. En algún momento escuché también a una persona, en la radio, decir lo que siempre he pensado: que si vendes aparatos para grabar, soportes para lo que grabas y programas que te permiten grabar, es absurdo que luego persigas a quienes graban.

Siempre he pensado que con la aparición de las fotocopias, y ahora ya incluso de escáneres e internet, era absurdo que los libreros persigan a quienes copian libros, o las discográficas a quienes graban discos.

Una cosa es que los autores necesiten poder vivir de su trabajo, por lo cual es necesario que puedan vender sus obras. Pero la autoría intelectual es, en el caso de la literatura, inmaterial. Incluso en el caso de las artes gráficas y plásticas. Hay muchos soportes posibles para sus obras. Lo que hay que proteger es el derecho del autor, no del editor. El editor, especialmente el moderno, no es más que un industrial. En lugar de salchichas produce libros. El editor clásico tenía aún una función social, en la medida en que era en quien la sociedad delegaba para elegir los libros que hacer llegar a la ciudadanía, dado que sacar un libro era una cosa relativamente cara. Pero en estos momentos las editoriales no se diferencian de cualquier otra industria de productos "culturales": juegos, pasatiempos, pasatiempos, etc., y sus criterios en general tienen el mismo nivel que el de los programadores de las grandes cadenas de televisión: la venta masiva al máximo precio posible, para obtener las máximas ganancias posibles.

Las grandes editoriales han invertido muchísimo en tecnología de difusión masiva de productos culturales, y lógicamente quieren proteger sus inversiones, principalmente controlando el precio. Pero la industria por otro lado ha apostado igualmente por la introducción masiva en el mercado de tecnologías de reproducción, con lo cual los precios que ponen las editoriales no se justifican ya por el coste de producción, sino por el coste del mantenimiento de sus emporios industriales. Y lógicamente, a los usuarios no nos apetece colaborar en el mantenimiento de emporios industriales, por muy "culturales" que sean los productos que fabrican.

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