8 de diciembre de 2009

divagaciones políticas

Estaba leyendo esta mañana un artículo de Vicenç Navarro sobre el desencanto democrático, lectura que se me coló entre otras varias sobre el decrecimiento. Y me ha venido a la cabeza, al dejar en algún lado un comentario sobre la poca fe que nos inspiran los políticos profesionales y la necesidad de asumir como propia la tarea de participación política, una propuesta para un programa municipal de política.

Aunque antes quisiera dejar constancia del cuasi-decálogo que propone Navarro en materia de política, en gran medida, supramunicipal:

  1. Se eliminen las políticas liberales que han facilitado la enorme concentración de las rentas y de las riquezas.
  2. Se prohíban las aportaciones económicas a los políticos y a instituciones relacionadas con los partidos políticos.
  3. Se prohíba la puerta circulante entre políticos y empresas, imposibilitando que personas que trabajan en la administración pública puedan (antes de cinco años después de dejar el cargo) trabajar en el sector afectado por su trabajo y decisiones.
  4. Se regulen los medios, tanto públicos como privados, exigiendo una pluralidad en sus programas.
  5. Se promuevan medios públicos de información.
  6. Se promuevan medidas democratizadoras de los partidos.
  7. Se favorezcan formas de democracia directa, tales como referéndums a todos los niveles de gobierno, sin cortapisas en las temáticas puestas consulta popular.
  8. Se exija que los representantes vivan como los representados, utilizando los mismos servicios públicos (sin ningún privilegio) que los demás ciudadanos.

El caso es que seme ocurrió que si montara o participara en la elaboración de un programa político para una candidatura municipal propondría un buen paquete de medidas:
  • reforzar los servicios sociales municipales, y dotarlos de personal y recursos suficientes como para capitanear un programa municipal de servicios sociales digno
  • instaurar juzgados municipales en los que se vieran todas esas infracciones y delitos que afectan a la buena convivencia, y que en casos graves remitieran los casos, prácticamente listos para juzgar, a los juzgados de instrucción
  • crear un cuerpo, quizá dentro de la propia policía municipal, o adjunto a ella, de "agentes auxiliares de los juzgados", que supervisaran y coordinaran, junto con los servicios sociales, el cumplimiento de las penas impuestas por los juzgados municipales
  • crear un programa de "trabajos y servicios comunitarios" en el que participaran tanto voluntarios como no voluntarios (enviados desde los juzgados, contratados ad hoc o estudiantes en prácticas) para colaborar con los servicios sociales municipales y servicios municipales en general,
  • sacar a subasta con carácter temporal los nombres de plazas, avenidas, grandes vías, calles y otras vías, o instituciones de carácter municipal, a cambio de donativos incondicionados a las arcas de la caja de los servicios sociales municipales (de la que también dependerían los juzgados municipales y los demás cuerpos adjuntos); los donantes tendrían derecho o bien a que el lugar en cuestión llevara el nombre del donante, o a elegirlo. La única condición sería que en tal caso, deberían ser aprobados en "referéndum municipal" por una mayoría más que cualificada.

Esto último se me ha ocurrido dándole vueltas a cómo desmontar el sistema capitalista. Está claro que más impuestos no va a solucionar nada, pues por una parte nuestros actuales administradores generales suelen ser o ladrones o llevar puestas las anteojeras del lujo y el fasto, y por otra parte los ricos no suelen estar nada motivados a desprenderse de sus riquezas, y menos vía impuestos. Así que se me ha ocurrido que, dado que a la mayoría de los ricos, especialmente a los que se han enriquecido últimamente gracias a un sistema notoriamente injusto y arbitrario, les encanta hacer ostentación de su riqueza, y que no hay nada que hinche más el ego que el reconocimiento público en forma de agradecimiento. Así que, a cambio de aportar dinero para un proyecto concreto: la generalización de un bienestar mínimo, todos reconoceríamos su generosidad cada vez que pisáramos esa calle, o la viéramos en la dirección de cualquier institución o comercio. Pero claro, un donativo no puede dar derecho a un reconocimiento infinito, así que propondría que tuviera fecha de caducidad: dos legislaturas, por ejemplo. Reconozco que los empleados de Correos y los taxistas se pueden volver locos, pero quizá se podría conservar el nombre antiguo como si de un apellido se tratara.

De todos modos, cualquier programa de política municipal tan radicalmente diferente sólo puede tener sentido si al mismo tiempo se ofrecen garantías suficientes de compromiso de transparencia y renuncia al nepotismo o cualesquiera sistemas clientelares.

No hay comentarios:

Publicar un comentario