En un moderno estado democrático sólo podemos conseguir el compromiso de la ciudadanía con el estado cuando éste pone el bienestar general como su primera prioridad. Un estado moderno que no se compromete con el bienestar social no conseguirá jamás que la ciudadanía se comprometa con él.
Por eso es necesario que existan símbolos externos para este compromiso. Necesitamos que todos y cada uno de los ciudadanos se comprometan activamente con el bienestar general. Esto supone también proteger a los ciudadanos en su compromiso activo, especialmente en los ámbitos del mundo laboral e industrial. Aunque suponga retirar privilegios ciudadanos a quienes incumplan este compromiso, aunque sean empresarios. La libertad de creación de empresas y gerencia de las mismas no puede estar por encima del bien común. Ningún trabajador, sea investigador o miembro de la cadena de montaje, debe ser exculpado de su obligación de denunciar los atropellos contra el bien común.
Durante siglos han sido la iglesia y el poder quienes han monopolizado los rituales de iniciación, pero eso no significa que los rituales de iniciación en sí mismos sean superfluos. Eliminando los rituales explícitos hemos permitido que existan rituales ocultos impuestos por el poder de siempre. Especialmente en el mundo del trabajo rigen muchos rituales ocultos, perversos, que subvierten los ideales democráticos y solidarios. Los nuevos aprenden rápidamente a callar, el primer silencio, el primer acto de sumisión muchas veces suceden de forma silenciosa, con la aprobación del grupo como única forma, humillante, de celebración.
El que haya desaparecido el servicio militar obligatorio y la jura de bandera no debería significar la desaparición de las obligaciones de prestar servicio y juramento de compromiso de los recién llegados a la edad adulta. El servicio militar obligatorio general nació con la Revolución Francesa, anteriormente los ejércitos eran o bien mercenarios, o "esclavos". En tiempos de guerra el sueldo era el permiso de rapiña, en tiempos de no-guerra el sueldo era miserable y las tropas sólo se mantenían por la fuerza del temor. Los tiempos modernos requieren flexibilidad a todos los niveles, y con la prórroga de la vida activa y el alargamiento de la preparación profesional en muchos casos, sería absurdo imponer un servicio civil antes de finalizar la preparación para la vida profesional. Por otra parte, el servicio civil ofrece la posibilidad de conocer el mundo adulto de primera mano, y para cualquier profesional es importante tener conocimiento de dicho mundo adulto, de primera mano, durante su período de formación, y no formarse al margen de dicho mundo.
En Suiza, la población masculina adulta no concluye su período de servicio militar hasta los cincuenta y tantos, y la instrucción inicial no interrumpe su formación, pues apenas dura unas vacaciones.
¿Por qué no entonces articular un servicio civil flexible, en donde además los jóvenes tengan opción de acumular períodos iniciales, o aplazar una parte sustancial para un período posterior a concluir su formación?
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