13 de enero de 2012

abrir los ojos

A veces nuestros deseos y anhelos nos traicionan. Avistamos algo que parece encarnarlos y nos zambullimos sin mirar, abandonamos las tradicionales cautelas, los hábitos de escrutar, plantearnos las preguntas básicas. Ofrecemos nuestro tiempo, nuestra ilusión, nuestra energía, incluso nuestro dinero. Pero el encantamiento inicial no supera la confrontación con la dura realidad.

Lo cual se puede aplicar tanto al tema sentimental como al político. Aparece un señor o una señora que en otra ocasión ni hubiéramos mirado, o incluso que ya en otra ocasión miramos y decidimos que no nos interesaban para nada, y de repente parece que son la respuesta a nuestros más íntimos anhelos. Nos traicionan, sí, pero luego descubrimos que fuimos nosotros los que nos dejamos deslumbrar, cegarnos por la luz que reflejaba nuestra propia necesidad.

Pero la realidad siempre acaba poniendo las cosas en su sitio. Y hay dos formas de abordarla: nos proponemos transformar al enviado o a la enviada de los dioses, o bien, nos olvidamos de él o de ella. Es decir: plantamos cara y luchamos, o huimos. En el mundo animal la bestia sólo planta cara cuando tiene opciones de vencer, si no, huye para preservar su vida. En el sentimental yo diría que o bien intentamos seducir y pactar, o desistimos. Los hay que se dejan sojuzgar, para así atarse voluntariamente y crear un vínculo. Y hay personas que aceptan, o peor, que no conocen otro juego. ¿Y en el mundo político? ¿Qué pasa cuando descubres que te has metido en una formación política (un partido, vamos) que no practica los principios que toda tu vida has practicado en tu vida civil, en las asociaciones a las que perteneces? ¿Te quedas y luchas por que esos principios se respeten igualmente, o te sales? ¿Qué pasa cuando esa formación que parecía responder a tus anhelos de transparencia organizativa y financiera, equidad, participación entre iguales, es decir, eso que la ciudadanía echamos en falta en los partidos que se nos han ofrecido hasta la fecha para representarnos ante las instituciones legislativas y ejecutivas, finalmente se les parece demasiado?

En mi caso, desde luego, me dejé seducir por su imagen. Luego he visto que de cuatro o cinco liberados, uno al menos es un profesional de la imagen. Creo que el momento decisivo cuando, de repente, se me abrieron los ojos, fue cuando leí las directrices para el uso de la imagen ¡corporativa!. ¡Cambiar el color de fondo del logotipo en las comunicaciones cada tres o cuatro días! ¡Por dios! Y empiezo a indagar, y de repente me topo con la falta de transparencia por todos los rincones, con razón siempre me olieron mal las fundaciones. Mi pecado ha sido pensar que con el paso de fundación a formación política se obviaba todo. ¿Qué se obviaba? ¿Que se gastan 700 euros mensuales en una comunidad virtual? Se la gastaban y se la siguen gastando. ¿Que hay cuatro o cinco personas contratadas y que tienen cargos en el máximo órgano decisorio de una estructura presuntamente federal y democrática? En fin ... a qué seguir. Más de lo mismo, en realidad. ¿O no? ¿Y la gente? ¿Dónde está la gente? ¿Sólo yo era la ilusa? Sé que no. Mañana veré a unos cuantos. Pasado mañana igual me excomulgan. Afortunadamente, hoy ya no se quema a los herejes.


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