27 de octubre de 2017

fundamentalismo constitucional

Por fin pasó lo que tenía que pasar: el parlamento catalán declaró la independencia y el presidente del gobierno español, presidente de un partido descrito por una fiscal como beneficiario de prácticas corruptas y obstruccionista a lo largo del procedimiento, ha recibido el visto bueno del Senado, en que su partido tiene mayoría, para poner en marcha un artículo de la constitución, el 155, sin ningún desarrollo legal o reglamentario. Y en el consejo de ministros han decidido convocar elecciones para el 21 de diciembre. Veremos cómo acaba todo. Al menos, parece que el "estado de excepción" jurídico-legal no se prolongará demasiado.


En estos días no paran de machacarnos con la expresión de "la constitución que nos hemos dado los españoles". Pues no, señores. Yo jamás voté esta constitución, ni la ratifiqué. Yo tenía 18 años, y conforme a la ley vigente, era menor de edad. Y mis padres, que sí lo hicieron, no tenían muchas opciones, recién salidos de un régimen dictatorial. (Por cierto, acabo de leer que no existía censo electoral cuando se celebró el Referendum de la Constitución) Encima, cuando las fuerzas que negociaron la constitución eran muy distintas a las que hoy rigen nuestros destinos. En esos momentos la amenaza del ejército, sometido directa y personalmente al dictador hasta la misma muerte de éste, era real e inminente, como se vio pocos años más tarde. Gracias a la extraordinaria visión de un militar, Gutiérrez Mellado, ministro del gabinete de Adolfo Suárez, esa amenaza hoy día ya no es real.

La amenaza del ejército ya no es tal hoy día, pero persisten muchas fuerzas civiles que lo eran en tiempos de Franco y lo siguen siendo hoy. Son las que han impedido que la Constitución fuera algo vivo, y han hecho que se fuera convirtiendo, cada vez más, en el yugo con el que sofocar cualquier desafío a su poder. Son las fuerzas que han impedido que el nuevo régimen abjurara del anterior: se amnistió a los criminales del franquismo aprovechando la amnistía a los perseguidos por éste, se siguió y se sigue utilizando las festividades e iconos nacionales del franquismo (el culto a las fuerzas armadas y su presencia en todas las festividades, la inclusión de los ritos católicos en las festividades civiles, etc.), y se siguió y se sigue utilizando el adjetivo "político" como descalificador de cuanta crítica reciben.

Los tiempos cambian, la sociedad actual no tiene nada que ver con la sociedad de 1978, pero la constitución sigue siendo la misma. No ha habido ninguna reforma constitucional, salvo las impuestas por actores extranjeros. Los cambios han sido brutales, pero la constitución española sigue igual, como esculpida en piedra. ¿Por qué? ¿Qué pasa en España, por qué nuestros políticos han sido y siguen siendo incapaces de adaptar la ley de leyes a los cambios sociales? Peor aún, han ido surgiendo leyes, como la Ley Mordaza, denunciada hasta por los relatores de la ONU, y allí sigue, con la bendición del Tribunal Constitucional. Un tribunal constitucional cuestionado hasta por la Unión Europea en cuanto a su funcionamiento, y cuestionado recientemente por ser designados sus miembros por los partidos, pudiendo hasta ser miembros de un partido.

Una, que tuvo la suerte de criarse y educarse en una burbuja "germánico-protestante", siempre ha mirado a Alemania, comparando.

Y resulta que la Ley Fundamental alemana, la actual constitución, nunca fue refrendada por el pueblo alemán. Porque en realidad nación con vocación provisional, sólo que, por necesidad, fue convirtiéndose en constitución. Y como ley de leyes, fue evolucionando a la par que evolucionaba la sociedad alemana. Y desde que fue aprobada, en 1949, ha experimentado múltiples modificaciones.
(ver aquí).

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